Este mes pude asistir a
varios eventos de música contemporánea, experimental, arte sonoro... en fin,
todo aquello con relación al sonido.
En cada lugar es una
experiencia nueva que va acompañada por una anterior, la acumulación de ellas
no me hacen mejor persona, o alguien más interesante, o especial. Simplemente
me permiten disfrutar cada cosa y poder reflexionar entorno ello, para mi y
para quien quiera escucharme y en su defecto, leerme.
El viaje comienza en el seminario
abierto de música contemporánea con Gabriela Ortiz, Alejandro Escuer y Fernando
Domínguez (los dos últimos parte del ensamble ONIX) una charla en la Nacional de Música enfocada a
estudiantes de instrumentos de viento y composición, fue muy interesante estar
con personas que desconocen el arte sonoro y la música contemporánea, por lo
menos su ejecución, chicos que tienen toda la escuela de la música tradicional
europea, y que se sentían atraídos por la forma, partitura, ejecución, de
piezas como Jackdaw para clarinete bajo y electroacústica de Wayne Siegel ó 100
Watts para flauta, clarinete bajo y piano de Gabriela Ortiz.
Lo que me dejó sorprendida
fue que cuando Fernando y Alejandro les platicaron sobre CMMAS (Centro Mexicano
para la Música y las Artes Sonoras), sus residencias artísticas, eventos,
festivales… en fin, no tenían idea de qué diablos les hablaban pero se veían
con gran interés, lo cual promete una nueva generación de músicos compositores
experimentales.
Y hablando de Generación,
la Espontánea es la que se lleva las palmas, en la presentación en la Esmeralda
del CENART, tuvo lugar un encuentro de amigos, seres espontáneos, sonidos explosivos,
resonantes, ¿disonantes? Silencio, ruido, música.
Una comunión entre los
intérpretes y los instrumentos, ¿quién hace hablar a quién?
Suena, calla
Mueve, para
Cocodrilo
Escucha, eres parte.
Y esa misma comunión se
dio en el Laboratorio Arte Alameda en un concierto para voz y campanario
"Aequinoctium" de Rogelio Sosa, una intervención dentro de la
exposición en turno del LAA, voz-música, distorsión, encuentro místico.
La repetición de la voz
distorsionada, el lugar y el ambiente se fusionaron en un sólo giro… oscilación
que penetró mi escucha y después la explosión, el desbordamiento y el abandono
en el sonido.
Un grito que pretende ser
escuchado, un proceso de disociación sonora, ruidos satanizados logrando una
comunión en el atrio del templo.
Viajando entre
“Sonoridades Itinerantes” llegamos al jardín de Fonoteca Nacional en la
presentación de Cuentos Binarios para Organismos Unicelulares de Álvaro Ruiz. Este
viaje sí fue muy personal, el artista te propone recorrer el jardín para que
formes parte de la historia de hadas, narrada en un sistema multicanal, no me
negué a la experiencia y comencé a caminar, el sonido era envolvente y no sólo
por el sistema de reproducción sino en general te atrapaba.
Esta vez creo que los
visuales estuvieron de más, el sonido por sí mismo te llevaba de la mano, claro
para los que decidieron hacer el recorrido y no quedarse sentados viendo las
pantallas. De la nada me surgió la
necesidad de hacer un recorrido a ciegas, un amigo me agarró del brazo, cerré
los ojos y no se volvieron a abrir hasta que terminó el paseo, el sonido lo era
todo, lo único que percibía visualmente eran los estrobos que iluminaban mi oscuridad.
Y el viaje del mes termina
de nuevo en LAA, con el órgano intervenido por “Mecanismos del porvenir”,
colaboración de Rafael Durand, Fernando Zedillo, Cuitláhuac Acuña y Kazuhiro
Murakami. La verdad me impresionó la intervención audiovisual que hicieron, la
sincronización de imagen-sonido te transportaba a un mundo de ciencia ficción.
Ahora no fue necesario, cerrar
los ojos y perderme en el sonido, los visuales no disminuían la experiencia
sonora: los tubos del órgano invertido se convirtieron en una pantalla
tridimensional y las luces proyectadas los transformaban a la vez en piezas de
un teclado, encendiendo nota a nota mientras disfrutabas de la reverberación
natural del recinto. Y por un momento nos encontramos empapados por una cascada
de luces sobre los tubos que emanaban una lluvia de sonora.
Un juego de
decodificaciones, voces mecánicas, transformación de mensajes, conversaciones
sonoras, experiencias sónicas… quizá una intervención que engloba a la
perfección las “cinco variaciones” de Tania Candiani; en la búsqueda de emitir
un mensaje a través de las variaciones mecánicas, haciéndonos participes de una
danza entre luz y sonido.
Me alegra que se esté dando más apertura a este tipo de eventos y aunque casi siempre voy a Fonoteca o al Arte Alameda ya hay más espacios que permiten tener más experiencias sonoroas del tercer tipo.